Simplemente, raíces.


Tanto decir que si huir es a buscarte
y no sé qué mierdas más,
pero, amor mío,
buscarte es encontrarme.
Si me pierdes que sea cuando me besas
y cierras esos ojos tan tan marrones
que pude echar raíces
y florecer.
Pero cuando los abras estaré ahí,
como quien despierta y quiere verte
sin más, despeinado y sin tanto camuflaje.
Que llores, que tú sí que estás guapo llorando
y riendo tanto mientras lo haces que
todos los barcos van a estrellarse en ti,
pero yo,
yo a ti voy a volar
y a que lo hagas conmigo.
Llora, pero ríe al segundo siguiente
cuando te diga que duele,
pero que si tú no puedes
yo sé curar y querer.
Y a ti, te hacía de todo
menos daño.

Nunca supe cómo quedarme
pero ahora, ahora no sé cómo
huir sino es contigo.
Cada día, o media vida.

Que yo siempre supe que tú serías especial desde que te (no) vi venir,
pero me miraste y enseguida lo supe:
tú, tú eres revolución, magia.
Ahora qué dirán los magos cuando sepan de ti
o me oigan hablar de todo lo qué haces.
Que hay rutinas inolvidables que no quieres perder
y tú, tú eres de las que no se olvidan ni en cien vidas.
Ni de las que se quieren perder.

Y ahora puedes reír
y que todo florezca,
como la primavera.
Pero siempre te diré
que tú eres más que eso,
por eso nunca terminas
-ni quiero que lo hagas-.

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