Odio los días nublados cuando te sientas en el borde el techo y me dices que no tienes miedo, que qué más da la caída. Tu puta confianza a veces me mata. Te doy la mano y me levanto para verte mejor, que desde abajo ya no (te) veo brillar. Si es que eres como una estrella. No te apagues nunca.
Tanto frío y tú echando el humo del tabaco por la boca mientras haces el gilipollas y te crees que no te he visto. (Ojalá). Pero te he visto esos jodidos colmillos de vampiro que hacen juego con mi cuello y esos ojos que muchas veces me llaman a gritos y tú diciendo que no me echas de menos.
Te odio, joder. Claro que te odio.
Quédate un poco más.
Yo le digo a tu corazón que no duelo, que a veces merece la pena cinco minutos más.
Y creo que nunca había sido más feliz que verte un rato más mientras me sonríes como un idiota y me dices que te quedas, que no pasa nada. Y pasan las horas y horas.
Te pareces a la noche, pequeña estrella. Aunque no sé si en realidad siempre fuiste fugaz, porque eres más un deseo que una realidad. Ojalá no caigas. Vuela, pequeño. Aunque seas lo más grande que pueda darnos el cielo.
Dices que no te gustan los días soleados y que los pasas en casa con tu tabaco barato y tu gran cama.
Tu madre me ha llamado, me ha dicho que vaya, que me necesitas. (Nunca te lo dije).
Voy y ahí estabas, como siempre. Con tu camiseta ancha y los bóxers que tanto te gustan mientras sacas los pies por la ventana y fumas como un camionero.
Me ves llegar. No saludas. Pero te abrazo. Y lloras.
Joder, no me había roto tanto que en ese momento. Te abrazo y me rompo yo.
Te digo que la calma viene después de la tormenta y nunca supe que tú eras tormenta, y ojalá siempre hubieras sido sol y a mí no me gustará la lluvia y mojarme.
-Colocarn0s.
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