Sales de noche, como no, a salvarte. Vas al revés: por la mañana te auto-destruyes y por la noches vas en algún intento de salvarte. Qué voy a decirte, si ya no te quieres ni ver mientras te sonríen.
No me llores, que sangro yo. O llórame muy lento, puedo soportar el dolor y agarrarte fuerte mientras te abrazo y me rompes. Creo que nunca te había visto tan insalvable, pequeño naufrago.
Pero tú, a pesar de no querer verte, yo te volvía y volvía a ver pasa, como quien tiene adicción a algo. A ti, por ejemplo. -Colocarn0s
Se mira de reojo con odio y os juro que nunca me había sentido tan impotente. Le veo salir de tantas y meterse en otras tantas que cualquiera le da la mano y se corta. O se corre. Pero para huir (contigo).
Un día le vi luchar. Iba tan guapo con su camisa de cuadros y sus ganas de sobrevivir que fui a la guerra y gané. Gané países y ciudades con su bandera. En la cama.
Le vi tan despeinado y mostrando lo qué era: un desastre. Pero es que era para acercarte despacio y perderte en ruinas, en sus sábanas. Decir flojito que le quieres. No repetirlo. Todo cada noche.
De pronto, me mira y me sonríe como quien ha salido a la mar en plena tormenta y sobrevive. Entonces me he dado cuenta de algo: "que hay lugares que son casa, vida, canción y tesoros. Hablo de personas". Un día te hiciste rutina y no cansaste. Eras un jodido mago con veinte mil trucos en la manga y con tu as ocultado. Enamoras con tus ojos color otoño y das frío, para tenerte cerca. Das vida, y no, no la quitas, salvas aunque tú te matas.
Sé que habrán más mundos allá a los lejos, pero los he visto todos desde tu cama, en tu mirada, en tu espalda, por toda tu piel.
He aprendido que los domingos son para llorar y reírte diez segundos después. Correrte. Follar. Bailar. Poner la música a tope. Besarte. No viciarme (a ti) -demasiado tarde-.
Siempre vas a pasar desapercibido, aunque seas tan grande como un gato de ocho vidas. Sí, ocho, porque tú eres gato y persona. No dependes de nadie pero quieres que aparezca alguien que no seas tú. Pronto te llamaré y te diré que abras las puertas de tu vida, que nunca me fui. Te esperaba.
Si tenemos que salvarnos, joder, sálvate. Yo me voy contigo. Y tú, tú te vuelves y me miras -por fin-. Te diriges a mí y, te acercas tanto, que te oigo respirar, romperme y oírte decirme que te quedas, que no eres de los que se van. -Quédate-.
Comentarios
Publicar un comentario