Ahí va, con su metro setenta y esa sonrisa que hace explotar ciudades, de la cual nunca salí vivo.
Dan ganas de tirarse al vacío y quedarse ahí a vivir porque sé que lo pillaré por el fondo. Menudo vicio. Tiene unos rizos en los cuales te enredabas, matabas y volvías a enredarte queriendo tocarlos cada mañana. Tiene unos ojos color favoritos y sabían a mar, a ahogarse. Te perdías en ellos porque se te olvidaba nadar. Tiene una risa que, después de un minuto de silencio rezando a la paz, provocaba la guerra. Llenaba el lugar de ilusión, magia y ganas. Después, en un acto de autodefensa, se tapaba la cara como quien se quiere refugiar y ya no puede. Quiere huir, sabe que hay pequeños detalles que lo delatan. Joder, a mí me encantaba hasta cuando caminaba por delante mía y te veía girar un poco la cabeza para verme y sonreírme sin darte ni darme cuenta. Veía la vida delante mía. Veía cómo caía el sol y se hacía de noche mientras yo siempre vivía sin tiempo.
Te he visto darlo todo y seguir viviendo, envidio tu fortaleza, tu gran coraje. Yo tengo corazas y un puñado de magia combinado con noches llenas de insomnio. Las regalo. Por si algún día las quieres.
He de decir que, en algún momento, te quise porque yo soy yo contigo y nunca he sido tan libre.
Te me derrumbas mientras construyes ejércitos, castillos, ciudades y murallas. Ya no quieres salir. No sé cómo sacarte de ti sin perderme a mí.
Dame la mano. Cierra los ojos que vamos a desaparecer. Era inevitable, en algún punto tuvimos que pararnos y decirnos adónde habría que huirnos. Tú eras mi vía de escape, mi pequeño plan suicida, mi casa. Pero tú ya no estás donde estás aún estando y me duele a medias, porque sé que a ti te duele admitirlo.
Hagamos como que seremos eternos y perdámonos en algún edredón. Quiere y no me pares. Sé que sabes hacerlo porque te he visto tentar a la suerte cuando me acaricias la mejilla y me dices que llorar me hace fuerte. Después pasas los dedos por mi espalda y es como si estuvieras tocando tu canción preferida, que para mí siempre será tu voz. Erizas la piel y es como si susurraras todo el rato. Das nervios como si fuera el día más importante de tu vida y tú no estuvieras preparado. Yo no lo estoy. Nunca te esperé ni aún esperando. Yo qué sé.
Tú aprende a quedarte despacio, o rápido. Vamos a pegarnos la hostia del siglo y sigue sonriéndome como un idiota por la mañana mientras te tomas el café y te vuelves a la cama. Que ahí estás, con tu jodido pijama a rayas y sin camiseta, como si estuvieras en pleno verano a pesar de estar a diez grados. Me sonríes. Te levantas y te me acercas para fundirnos en un abrazo con sabor a: "quedémonos un rato más, otro día más, media vida. Quédate conmigo, aunque sea un desastre".
-Colocarn0s.
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