Niños perdidos siendo desastre.



Quizás es que he vuelto a sentirme en casa en unos brazos que no me abrazan, pero que sí los siento conmigo. Alguien que, ha hecho del desastre su hogar y te sonríe en mitad de la nada como si no volviera a tener miedo -aunque se muere de ganas de que nadie le vuelva a romper-. Supongo que he viajado tanto que, en algún punto del viaje, me he dado cuenta de que perder es ganar y no sé en qué punto me he parado en la acera de enfrente esperando un "¿dónde has estado tanto tiempo?" mientras entre mirada y mirada ha dejado de mirarme para cogerme de las manos y abrazarme -como si tuviera miedo a perderme- porque otra vez ha dejado de vivir y yo sé que no le gusta que lo lastimen y que aún así se calla. Sigue siendo un niño perdido de estos que te vuelven loco y no puedes dejar de ganarle a la suerte con solo acercarte, sabiendo que, aunque todo esté en silencio, te grita un quiéreme bien que todavía no te he visto sonreír sinceramente. Y es que yo, en paz y desastre, no sé si podría volver a revivirme en mitad y a un paso de tenerte cerca porque cortas como nadie y te ríes como si no te hubieran hecho nada; tú, fuerte de vida, ¿has pensado volverte a volver a joderte? porque yo te he vuelto a volver a verte mientras no lloras -llorando- y he visto que me ha dolido como si hubiera aprendido que, tú, sin nada, me lo has dado todo, incluso volver a volver a vivir, viviéndote juntos. Y es porque un día te acercas y dejas caos en vez de huellas y no hay nada mejor que recordarte en las noches frías donde faltas y apareces sin estar, haciendo naufragios y boca boca que salvan a medias sabiendo que yo nunca he sido salvado de las bestias ni de corazas que sangran, pero vuelves a llamarme y yo he vuelto a perder; voz de sirena, que ya no se sabe si hipnotiza pero te hace adicto mientras te quejas de que no te gusta estar medio dormido ni con tus pintas con el pelo revuelto como si hubieras vuelto de la guerra y no hubieras podido protegerte. Yo, que quise ser casi escudo y espada, te acaricio la cara en mitad de la batalla y ya no queda nada; para que veas tú lo qué provocas sin querer- a veces queriendo- y no nos salva. Tal vez siempre hemos tenido miedo y por eso no sabemos quedarnos y querer a ratos porque sabemos que duele hacer las cosas bien y que te fallen, pero tú siempre con tu puta cara de felicidad como si te fuera bien y no tuvieras la necesidad de llamarme y refugiarte. Por suerte soy yo, que me he vuelto bestia, incendio y fortaleza, siendo tú el desastre causante de todo queriendo tocarte hasta desangrarte o quemarte hasta que sanes y vuelvas a volver a quedarte, porque, nosotros, siempre seremos niños perdidos pero juntos.

Comentarios