Guerra.


A saber qué tipo de casualidad eres tú, que apareces de la nada y le das vueltas todo; no sé cómo rompes y haces trizas cada esquema, barrera y coraza que he llevado puestos, pero tú, con tus manos desnudas las arrancas como si fueran meros trozos de papel que ya no tienen lógica cuando te miro y me doy cuenta de que no sé dónde estoy pero sé de dónde soy cuando te arrimas a mí y acabas como si hubieras ido a la guerra por una paz de mierda cuando tu sonrisa y esos labios podrían traer la Tercera Guerra Mundial sin siquiera darte cuenta, pero es que deberías dejar de hacerte el despistado y volverme acariciar por el pecho como si nunca hubiera sentido nada desde hace mucho y tus malditas manos de alquimista lo hubieran tirado todo por la borda y me hubieras revivido según tú mientras me ves y me dices que estoy siendo valiente cuando estoy muerto de miedo. Alargas la mano como si quisieras que te diera la mía y ya no sé cómo seguir siendo la calma que un día fui porque estás haciéndote tormenta con tu maldito cuerpo pegado al mío. Y no sé cómo no volver a la calma cuando en cualquier momento puedo romperme y no saber qué hacer con el puto miedo y las ganas de pirarme dios sabe donde; no sé si en algún momento en algún abrazo voy a terminar hecho trizas como si ya no significara nada y tuviera que volver a nacer como un puto ave fénix que ha dejado de sentir -otra vez-.
Ojalá se vaya de una maldita vez está calma que me tiene inseguro y hacen que no sepa cómo salir sin tener que volver a reír mientras sangro como si no quisiera quedarme cuando puedo irme queriendo quedarme y me está doliendo como si tú no fueras capaz de abrazarme y volver a destrozarlo todo. Déjate ya de dios sabe qué y devuélveme la guerra y el jodido refugio que construí o párate frente a mí y abrázame como si no fuera a dejar de llorar como si en esta noche sin nada, tú seas todo lo que quería de vuelta y yo supiera que todo comienza en ti y no termina.
Deja de mirarme con esos ojos que parecen que quieren salvarme de mí y mírame. Tápate los oídos y déjame gritarte que estoy muerto de miedo, que estoy en mitad de la oscuridad y no me encuentro sentido; cierra esa boca y no digas nada mientras yo intento no acercarme a ti y tirarlo todo a la mierda como si quisiera abandonarme y empezarte de nuevo. Deja de sonreírme, que si en cualquier momento me pongo a llorar acabo besándote y dejándome atrás, sin querer saber nada del pasado, como si esto se hubiera convertido -por fin- en una maldita guerra sin tregua.

Comentarios

  1. Precioso, y muy profundo. Se nota que lo escribes de corazón. Sigue asi, ojalá la gente soltase más sus sentimientos, como tú aquí.

    ResponderEliminar
  2. Pude sentir la furia de esa guerra que describiste.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario